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Misas Gregorianas

Misas Gregorianas

“Es singularmente la Hostia eucarística la que salva a los difuntos de la muerte eterna, esa Hostia que a través del misterio eucarístico renueva para nosotros la muerte del Unigénito, el cual, si bien habiendo resucitado de entre los muertos ya no muere y la muerte no le dominará nunca más, sin embargo, aunque en sí mismo vive de un modo inmortal e incorruptible, se inmola de nuevo por nosotros en este misterio de la sagrada ofrenda eucarística. Y es que en este sacramento se toma su Cuerpo, se reparte su Carne para la salvación del pueblo y se derrama su Sangre, no ya a manos de los infieles, sino en la boca de los fieles. A la voz del sacerdote, se abren los Cielos; y en el misterio de Jesucristo asisten los coros de los Ángeles, las profundidades se juntan con las alturas, la tierra se une a los Cielos y de lo visible y lo invisible llega a hacerse una sola y misma cosa” (Papa San Gregorio I, Magno)

         El origen de las llamadas “Misas Gregorianas” está en un episodio de la vida del Papa San Gregorio I. Habiendo muerto un amigo suyo muy querido decidió celebrar treinta Misas de forma ininterrumpida por su salvación. Así lo cuenta él mismo en su libro “Diálogos” (Capítulo IV, Apartado 57): “Habiendo pasado treinta días desde su muerte, mi corazón empezó a compadecerse de él y, desde ese día, me dediqué a ofrecer el Sacrificio de la Misa por él durante treinta días seguidos, de manera que no pasase ni un solo día en el que no ofreciese el Sacrificio de la Hostia salutífera por su perdón. Cuando habían pasado justo treinta días, se apareció en sueños a su hermano, diciéndole: ´Hasta este momento he estado mal, pero ahora ya estoy bien, pues hoy mismo he podido ir al Cielo´. Al instante se fue al monasterio y les reveló el sueño. Los monjes contaron cuidadosamente los días, comprobando que se había aparecido el mismo día en que se había completado la treintena de Misas ofrecidas por él”.

Esto hizo que el Papa San Gregorio Magno, desde ese momento, instituyera las “Treinta Misas seguidas por el eterno descanso de un solo difunto”, que popularmente el pueblo cristiano pasó a llamar “Misas Gregorianas” en honor de ese mismo Papa. Para que sean válidamente ofrecidas se deben cumplir estos requisitos:

  • Celebrarse por una sola persona (puede ser viva o difunta)
  • En treinta días seguidos sin interrupción por el mismo sacerdote

La donación que suele ofrecerse por estas Misas es de 350 $